lunes, 30 de marzo de 2009

MONOGRAFICOS III. LOS ORIGENES. (Primera parte)

Nueva entrega de Mariano. Atención. Las imágenes que van a presenciar a continuación podrían herir su sensibilidad.

Hoy… “La cancha; el sitio de mi recreo”

Antonio Vega hablaba en una de sus canciones del sitio de mi recreo, y ese lugar para muchos de nosotros, lo ocupó un espacio construido sin finalidad alguna, en una urbanización de Movera, a la que un grupo de chavales supieron sacarle partido.

Juegos, risas, deportes varios y… también fútbol; fútbol por la mañana, en frías y calurosas sobremesas que se prolongaban hasta que la obligación del día siguiente, o el bocadillo de salchichas, se hacían presentes en nuestros pensamientos. Recuerdo y recordaréis tardes interminables de partidos que se sucedían uno tras otro, siendo el más importante de la tarde el que comenzaba a jugarse. No se me olvidan las rayas de tiza; delineando un campo de baldosas, que en aquel momento, nos hacía sentirnos Stoichkov, Butragueño, Michel, Milósevic, Buyo o Esnáider.

Cuando encamino la rampa ascendente del pasillo hacia la cancha, no veo un cartel colgado en la pared en el que rece la expresión “This is LA CANCHA”, pero veo nítido en mi retina a un Alberto delgado, con piernas de alambre, con un juego inteligente, casi de primer toque, y valiente a pesar de su debilidad.

La memoria me despierta y escucho la voz de Óscar, seguro de sí mismo antes de lanzar una falta de zurdo sobre los ladrillos de la casa nº1. Esa voz no se repetirá tras conseguir el tanto, ya que, entraba en sus planes. Consigo sacar de las entrañas de mi recuerdo, una fugaz polémica, con Rogelio (que ya lleva el 8 a la espalda) de protagonista, enfrentado contra el que se le ponga por delante.

Sigo caminando por este templo del fútbol, de nuestro fútbol, el que llevamos en el corazón, y que nos hizo amar este deporte. Llego hasta la portería del callejón y, repaso los postes con mis yemas. Miro las baldosas, y no tengo el recuerdo de que dolieran al caerse encima, ni de que hicieran escorchones. No recuerdo torceduras, esguinces, ni tirones. 

Se hizo de noche y veo la silueta borrosa y más joven, de nuestras madres que por enésima vez con sus agitar de manos, dan el triple pitido del árbitro que ya marcó el fin del partido. El descuento lo marcamos nosotros hace mucho rato, y vosotros sabéis como yo, que fue muy muy largo. Cuando vuelvo con la cara sucia, y la sensación de que ya queda menos para volver a jugar, me cruzo con dos niños que viven muy cerca de mí, que juegan con una pelo ta de playa en el pasillo, les choco la mano, les sonrío y me despido hasta mañana. 

La semana que viene he quedado otra vez con “El buitre”, con Savo y con Hristo para jugar, pero esta vez, los dos niños de la pelota de playa, vendrán también enfundados de color rojiblanco.

Yo soy canchero ¿y tú?

6 comentarios:

dani 21 dijo...

x cierto k gran momento el pelo de alberto(cazerola)jajaj

Mario dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

ESPECTACULAR!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Imposible retratar mejor aquella época de como se ha escrito en éste monográfico.

Quiero rendir homenaje a las simpre compañeras:
Camiseta de rayas amarilla y negra de Mariano ( con el "1" en rojo.
Camiseta de Rogelio de Puma y Pikolín del Zaragoza, con el 8 planchado.
Camiseta "Candy" y equipación completa del Barca (Kappa) de Alberto.
Y a la mía propia del Glasgow Rangers.

Gracias a todas ellas por su gran resultado y eterno aguante.

Gracias también a JJB nuestro suministrador de balones de la liga inglesa.

En definitiva, GRACIAS A TODOS!!

Todo aquello es y será un recuerdo imborrable.

Óscar.

Juan dijo...

queremos otro capítulo! el de Alberto anémico!

Anónimo dijo...

ALBERTO ANEMICO

Viájabamos mis padres y yo a Edimburgo para solucionar el problema de mi hermano con la anemia. Nos habían dicho que los médicos de allí tenían todos los medios.

Mi madre en el avión protagonizó un desagradable incidente, al recriminarle a una azafata la ausencia de churros en el piscolabis que te ponen en el avión.

Al llegar a la clínica nos aseguraron que mi hermano no tenía anemia. Reproduzco fielmente la aprenciación del Doctor Villalonging: "El chaval no tiene anemia, sólo una mala hostia que no puede con ella"

De regreso a casa, mis padres me cambiaron en un bazar indio por un camello y una botella medio llena de Veterano.

MARIANO OZORES

Juan dijo...

Recuerdo aquella botella de Veterano… Yo por aquel entonces era un vikingo merengón humilde. Como buen madridista, deambulaba por los mercadillos tratando de robar lo que podía para calmar mis ansias de poder. Una mañana, Tolico Rodax, en pleno declive deportivo, me acercó una botella dentro de una bolsa de papel y me dijo:
–Ni antes era tan bueno, ni ahora tan malo, pero con esto me olvido de tó.

Probé aquel elixir y desde entonces comprendí que mi vida no volvería a ser igual. Abandoné mi blanco camino a la perdición para embarcarme en uno aún peor que me reportaría frenéticos y extremos cambios de ánimo: las borracheras y el atleti.

Mi vida ha cambiado poco desde entonces.

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